A qué decir tu nombre
si son tantos
y sigues sin ninguno.
Tu nombre
son tus ojos.
Para amarte
basta mirar
en ellos
y de adentro respondes.
A qué buscar
la forma de entenderte
si eres eternamente
incomprensible,
imágen del amor
que vive en tí
y tú lo has ignorado.
A qué mirar tu estrella
si la que estaba
para tí dispuesta
la apagaste
al llegar.
Si todo
en torno tuyo
es más pequeño.
A qué seguir tu huella
si no la dejas
nunca
y está por todas partes
imborrable.
A qué mirarte entonces
si estás presente
en todas las palabras.
Sunday, April 24, 2005
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